Reflexiones y poemas sobre Chicago – CAM 2015

Un Amor

Por Yolanda Avellaneda

Dicen que la primera impresión es la que cuenta, y la que tuve de vos no fue la mejor. El calor sofocante con el que me recibiste me iniciaba en el infernal viaje que tendría que vivir por muchos largos años. Nunca te había importado quién era yo, como tampoco te importaba el resto de la gente; nunca me buscaste, sólo buscabas a algunos. En cambio a pesar de mi rechazo hacia vos, yo tuve que salir a buscarte y aprender a soportar cuando te encontraba. Tus arterias como tentáculos de un pulpo gigante atravesando todo y llegando a lo más recóndito me producían un asco infinito, transportabas vidas extrañas, idiomas nunca oídos, rituales macabros y religiones inexistentes. Tu cuerpo elegante, simétrico y frío no me atraía en lo más mínimo. Yo acababa de dejar a mi verdadero amor tan cálido, hermoso, desordenado, bullicioso, nocturno y tanguero. Quería extender mis brazos y abrazarla eternamente, pero vos me arrancabas de ella. Llegué a vos acompañada de un ser pequeño y a la vez enorme que me ayudó a conocerte y a entenderte con tu gigante estructura de maqueta, tu falta de magia y tu ser tan predecible. Como todo matrimonio arreglado aprendí a quererte, Chicago.

«Anonymous Love» ©Jazmín Medrano

 

¿Adónde vas con ese blazer de verano?

Por Erika Doyle

Las piernas solas van, como extensiones eléctricas, como cortinas que arrastran el asfalto y tus pasos juntando la mugre de esta urbe industrial.

Edificios, puentes, escaleras, subtes, esquinas donde gira el viento burlón.

Todos los recovecos recorriste. Sin brújula, sin suspiros y sin pestañar.

Te detenes en la Michigan. El sol matutino acaricia tu melena plateada.

Y los baldes que tocan los negros retumban

Y las faldas, corbatas, perfumes y maletines

Te rozan

Te invaden

Te abochornan

Paralizado como una escultura en el medio de la ciudad quedas. Solo. Las palomas son tus cómplices, mientras tu sombra es sólo una huella imprevista, larga y fantasmal.

Las piernas solas van, como agujas sin compás, como látigos que castigan la incertidumbre que en nosotros, los transeúntes, creas.

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«Stopman» ©Jazmín Medrano-2015

 

¿Y usted se va para Chicago?

Por Maritza Buendía

En esta tarde, no precisamente de gala, pero sí de mucha camaradería nos reunimos aquí para celebrar a Chicago, la ciudad que nos ha acogido. No les tengo un poema, los poemas buenos se los dejo a los talentosos, y para poemas macarrónicos, quién tiene tiempo. Pero sí les puedo contar algo muy corto sobre mi experiencia con Chicago y espero no aburrirlos sobremanera.

Nací en Chicago, pero crecí en Bogotá, Colombia desde la edad de 3 años y por circunstancias que otro día les cuento. En todo caso, muy pronto me olvidé de mi ciudad natal y hasta de hablar inglés. No fue sino hasta cuando llegué a la adolescencia que me entraron las ganas de volver a mi tierra, decía yo, a la tierra de las oportunidades, y con el sueño primordial de hacer mis estudios universitarios aquí en vez de allá, pero es más probable, y aquí para mis adentros, que fue para alejarme de un primer amor intenso, pero imposible y que parecía dispuesto a cortarme las alas, pero eso también es harina de otro costal.

¿Y qué era lo primero que se me venía a la cabeza cuando alguien me decía: “Y usted se va para Chicago”? Pues aunque no lo crean, era aquella canción, que posiblemente sólo algunos con la edad suficiente recuerdan: “Fue una noche de verano, cuando la ciudad murió, me contaron que fue en vano lo que el hampa resistió, Al Capone se llamó al que la ley se enfrentó… Y vi a mamá llorar… Nananá, nananá, naná”. El resto se las canto más tarde.

En fin, pues la gringa colombiana terminó emigrando a la ciudad de Al Capone, o mejor dicho regresando a la madre patria y más concretamente a la Ciudad de los Vientos. Desde entonces Chicago ha sido mi hogar, con todo y sus vientos o sus políticos charlatanes, cualquiera que sea el origen de su apelativo, y con ese hijuemadre frío que hace en el invierno. Pero ante todo y para destacar lo positivo, me quedé aquí por su magistral arquitectura, los hermosos y alegres veranos, su lago, su cultura, sus ferias de libros, su orquesta sinfónica, sus museos de arte, restaurantes étnicos y su mezcla de gente maravillosa de todas partes del mundo y más que todo por ese gran respeto a la individualidad. No dejo de llevar a Colombia en el corazón y extraño sus montañas, que aquí no se ven pero ni en pintura; no obstante, ya he vivido más otoños aquí que allá, y mis hijos también son de aquí. Hoy la deuda es contigo, Chicago: mi segundo hogar. Gracias.

Septiembre de 2015

The Path of Knowledge - University of Chicago
«The Path of Knowledge» ©Jazmín Medrano-2015

 

El día sigue gris

Por Claudia Giribaldi 

El día sigue gris y yo aprendo a quererlo. Creo que esta prolongación del cielo gris y sin sol que aparenta ser limeño, quiere continuar hasta que más tarde se termine con una lluvia y regrese a la realidad de Chicago. La lluvia es algo que raramente ocurre en Lima. Ayer tuve una conversación sobre mi generación de escritores jóvenes latinoamericanos en Estados Unidos. La persona con la que estaba conversando dijo que lo escritores jóvenes latinoamericanos que viven por acá ya no tienen tanta necesidad de regresar a la madre patria como en generaciones anteriores. La verdad que yo no sé si será cierto o no en mi generación. Por mi parte, siempre recuerdo de donde soy y de donde vengo constantemente y siempre tengo la necesidad de regresar. El recuerdo de mi ciudad natal nunca se va ir de mi existencia y siempre va a ser parte de mí. A veces pienso cómo sería si viviera por allá ya que nunca he vivido en mi país como adulta. Estos pensamientos o ideas me imagino no son únicamente míos. Hay veces que pienso y que extraño la vida en Lima, pero a la vez siento que tengo mis raíces formadas en esta ciudad, una ciudad en la que elegí vivir por decisión propia.

Foggy Bean
«Foggy Bean» ©Jazmín Medrano- 2015