Para mí ser feminista

Por Claudia Giribaldi

2059526685_c000c4680f_bEl feminismo como definición en el diccionario de la Real Academia Española lo describe como: “Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”. Desde esa simple definición ha habido muchas malinterpretaciones y estereotipos que se han creado a lo largo de tiempo. Este concepto viene de un movimiento histórico occidental engendrado por necesidad de defender los derechos de las mujeres en el aspecto político, socioeconómico y cultural. La historia y el movimiento feminista sigue en pie porque todavía tenemos presente la desigualdad entre los sexos y la discriminación de la mujer en varios aspectos profesionales y personales.

Ciertas características feministas fueron inculcadas durante mi niñez y adolescencia y a la misma vez mi educación en las humanidades me ha ayudado entender y adaptar esta ideología como parte de mi vida diaria. Ser feminista en mi vida no es algo que aprendí directamente en mi casa, pero sí en cierto modo de serlo. Estudiar y seguir adelante con mi educación para lograr independizarme fue el primer paso a mi educación como feminista sin saberlo. Este término nunca fue hablado en las conversaciones diarias en mi casa, pero la idea estaba allí, a pesar de ser imperfecta ya que vestir santos seguía siendo algo mal visto. Es importante, como mujeres, tener la libertad de elegir nuestros destinos sea siendo solteras, casadas, con pareja sin casarnos, con hijos o sin hijos, sin ser juzgadas por los prejuicios sociales que aún permanecen vivos. Mi educación en mi casa y después en la universidad fueron pasos importantes para aceptar la lucha con la igualdad de los sexos en todos los aspectos.

Otra manera que reflexioné ser feminista fue con la charla de TEDTalk, Todos deberíamos de ser feministas, donde Chimamanda Adiche compartió su historia de cómo llegó a catalogarse como feminista quitándole cualquier estereotipo impuesto por la mayoría de sus compatriotas nigerianos. Al contarnos su historia, nos demuestra que ser feminista o la manera de cómo llega uno a serlo es diferente. Según Adiche ser feminista no significa no ponerse maquillaje o zapatos altos, serlo va más allá de la manera de vestir o de las profesiones que seguimos, pero más bien entender que ambos sexos deben de tener las mismas oportunidades de elegir su estilo de vida. Por esa razón, es peligroso entender la idea del feminismo con una sola historia.

Como amante de la literatura, ser feminista para mí no significa separar los sexos o catalogar la literatura u otras profesiones hechos por fin “por mujeres” pero aceptar que las contribuciones de ambos sexos sean tratadas de la misma manera. Aun así, es importante recalcar cuando una mujer es la primera en ser elegida en una profesión o en un importante premio para reflexionar que históricamente las mujeres han sido limitadas y no tratadas de la misma manera que a los hombres. Aun me cuesta trabajo, por ejemplo, encontrar escritoras que han marcado la literatura en sus épocas como parte de mis lecturas y de hecho que las hay, pero falta exponerlas al lado de los escritores que marcaron el siglo XX. Con ese fin, me he propuesto en investigar y buscar ejemplos importantes, como Elena Garro, escritora mexicana, que últimamente ha salido representada de una forma sexista como ‘mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges’ y otras de sus contemporáneas como Alejandra Pizarnik (poeta argentina) y Blanca Varela (poeta peruana), entre otras que aún me faltan mencionar en esta lista.

Más allá de ser una ideología, para mí el feminismo tiene que formar para de nuestros valores humanistas. El feminismo debe de enseñar la historia de la discriminación y origen de la división de los sexos para darle a entender a los hombres que el feminismo no sólo protege los derechos de la mujer, pero también la igualdad para todos de la misma manera. La ignorancia es el peor enemigo de nuestras divisiones ideológicas. De esta manera no nos daría miedo ni vergüenza de admitir que muchas veces somos feministas, sea cual sea nuestro sexo o género.