Por José Castro Urioste
Después de la generación de la década de los sesenta, uno de los escritores latinoamericanos que alcanzó mayor notoriedad internacional fue Roberto Bolaño (1953-2003). Probablemente, su novela Los detectives salvajes, ganadora del Premio Rómulo Gallegos y considerada como uno de los mejores libros del año para The New York Times, Los Angeles Times y The Washington Post, fue la que llevó a esa notoriedad internacional. 2666 es la novela póstuma de Bolaño, escrita en sus últimos años y sobre la cual dejó ciertas pautas acerca de su publicación (que fuera publicada en cinco partes) que sus heredores no consideraron y, en vez de ello, decidieron que se conociera como un volumen total.
En el año 2006 Robert Falls, director artístico del Goodman Theatre, en una breve estadía en Barcelona tomó conocimiento de 2666 y luego de leerla en inglés quedó fascinado con ella. Una década más tarde esa primera fascinación se plasma en una adaptación y producción teatral, compartida con Seth Bockley y con un elenco de quince actores, cuya duración alcanza las cinco horas.
La adaptación teatral se estructura al igual que la novela: en cinco partes. El espectáculo se construye en cuatro actos de modo que parte dos y tres del libro se representan en el mismo acto, manteniendo la distinction que son dos secciones diferentes. Adaptar al teatro 2666 es un reto, especialmente porque en determinados segmentos el conflicto de la novela de Bolaño es mínimo. El ejemplo más evidente es el de la primera parte. En ésta la acción dramática se reduce a la búsqueda del paradero del escritor alemán Archimboldi que realizan cuatro catedráticos especializados en su obra. La forma en que Falls y Bockley presentan las acciones en el escenario crean una mayor intensidad dramática (y por tanto mayor empatía) que el original escrito por Bolaño. Tal intesidad y empatía se contruyen no solo por la adaptacion, sino por una direccion dinámica (cambio de escenas al mover unos o dos objetos en el escenario como una mesa o un silla, entradas y salidas de personajes, el uso apropiado de música, proyecciones de imágenes de la lluvia sobre una ventana, cambio de la luz para indicar que los personajes están en México) y una actuación igual de convincente tanto de Sean Fortunato (Piero Morini), Lawrence Grimm (Jean-Claude Pelletier), Demetrios Troy (Manuel Espinoza) y Nicole Wiesner (Liz Norton) como los profesores europeos y hacia el final de este acto como en la parte 2 y 3 la actuación de Henry Godinez como Oscar Amalfitano, un profesor chileno. Por otro lado, en el discurso escénico de Falls y Bockley, a diferencia de la novela, se introduce el humor que contribuye fundamentalmente a la empatía.
En los actos 1,3 y 4 no se presenta el drama a través del enfrentamiento entre dos o más personajes, sino como discursos pronunciados directamente hacia la audiencia. En estos casos los diferentes personajes emisores devienen en narradores. En el segundo acto, muy por el contrario, predomina la presentación del conflict dramático en la escena. En otras palabras: en el acto 2 el conflicto dramático se ve en el escenario, mientras que en los actos 1,3 y 4 se escucha por medio de distintas voces. En el acto 2, también se combinan fluidamente la actuación en el escenario con la proyección de partes filmadas lo cual, en última instancia, le genera una mayor agilidad al discurso escénico.
En el cuarto acto se narra la desaparición misteriosa de un sin número de mujeres. Se combinan las voces de distintas actrices que a lo largo de este acto informan de los asesinatos indicando el nombre de la victima, a veces su edad, y en ciertas ocasiones una breve descripción sobre cómo fue el homicidio, con la representación de la oficina de policías. Éstos no sólo realizan entre ellos chistes machistas que contrastan con la desaparición macabra de los cientos de mujeres, sino que revelan una clara actitud corrupta.
En el quinto acto se relata la historia de Archimboldi y, en cierto modo, se revela la relación entre las diferentes partes del libro. Buena parte de la historia se cuenta por medio de varias voces que dan cuenta de lo que le está ocurriendo a Archimboldi. Destaca –y no deja de ser un reto- la representacion de la Segunda Guerra Mundial que se hace armoniosamente a través de combinar la actuación con la proyección de imágenes bélicas de la época.
Adaptar y dirigir 2666 es un reto, tanto por el número de páginas de la novela como por la minimización del conflicto dramático en ciertos segmentos. El discurso escénico de Falls y Bockley asume ese reto y, a través de distintos recursos teatrales, capturan al espector por cinco horas.
José Castro Urioste estudió Literatura en la Universidad de San Marcos y Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Lima. Se doctoró en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Pittsburgh. Ha publicado A la orilla del mundo (teatro, 1989), Aún viven las manos de Santiago Berríos (noveleta, 1991), Dramaturgia peruana (teatro, 1999), ¿Y tú qué has hecho? (novela, 2001), De Doña Bárbara al neoliberalismo (crítica literaria, 2006). Es co-editor de América Nuestra, antología de la narrativa en español en Estados Unidos (2011). Ha sido finalista dos veces en el concurso Letras de Oro –en teatro y cuento–, y finalista en el Premio de Novela La Nación-Editorial Sudamericana en Buenos Aires. Sus obras de teatro –como La ronda, Ceviche en Pittsburgh y Perversiones– se han producido en Estados Unidos, Uruguay y Perú. Actualmente, es catedrático de Literatura Latinoamericana en Purdue University Calumet y radica en Chicago.
Información adicional sobre el autor y su obra:
http://hipocampoedit.blogspot.com/2015/07/hechizo-libro-de-cuentos-de-jose-castro.html