Por Claudia Giribaldi
Hace muchos siglos que te conocí, pero apenas tengo una vida para encontrarte. Con esta idea en la cabeza se quedó Rosario cuando se levantó de la cama al acordarse de la noche anterior. Muchos vinos pasaron por su presencia. Entre vaso y vaso, el diálogo succionó la existencia de su alrededor y se concentró entre ellos. Rodrigo no tuvo la menor idea que iba a estar en ese lugar, en ese rincón del mundo extranjero, después de su repentino viaje a Nueva York. Fue una noche pasajera, una de esas que se recuerdan como algo que pudo pasar pero que se limitó a una conversación, a una noche. Rosario apenas conocía la ciudad y llevaba solo unos meses. Quería darle una nueva página a su vida y dejarlo todo atrás. Le dio un tipo de crisis existencial llegando sus treinta. Una edad en que la mujer internaliza mentalmente que su reloj biológico está por estallar. Como que al cumplir los treinta existe una cuenta regresiva con tu providencia de procrear seres, existiendo una fecha de vencimiento y que la naturaleza te está dando una mala jugada. Pero esa noche lo paró todo, incluyendo todas sus inquietudes. Cuando habló con Rodrigo, se encontró con un extraño interesante que más bien parecía su mejor amigo de toda la vida, encapsulado en ese momento lleno de casualidades o que sencillamente era algo que estaba predestinado.
Rosario, después de un día agitado en el trabajo, decidió tomarse un vino en un pequeño bar en Brooklyn, cerca de Williamsburg, conocida zona por su aire hípster, judío ortodoxo y otras mezclas culturales. Rodrigo andaba por esa zona por cuestiones turísticas y por curiosear, ya que nunca había estado en Nueva York y ya estaba cansado de visitar las zonas más famosas de la ciudad, como Times Square, la estatua de la libertad o el Parque Central. Siempre pasa que cuando uno va al extranjero, los familiares solo se encargan de mostrarte lo que consideran más bonito y desarrollado de una ciudad. En ese momento a Rodrigo más le interesaba ir a los lugares hip y donde se ve la vida diaria de los neoyorquinos. Toda su vida había vivido en Lima. Aquel fin de semana se dio la oportunidad de visitar los laberintos que se forman en las calles con el bullicio de la gente apurada en cada estación del subway, a veces con el desayuno o almuerzo en la mano y la mescolanza de distintos acentos del mundo.
Al llegar al bar, Rosario decidió sentarse en la esquina más solitaria que podía encontrar. No quería que nadie la estuviera molestando para sumergirse en su propia ensoñación. El bar era una mezcla de café y bar. Tenía un ambiente de serenidad total. Las personas que lo frecuentaban, estaban metidas en la lectura, juegos de mesa, y sus propias conversaciones íntimas. El lugar quería parecerse a esos cafés literarios que se ven en las películas francesas de los años sesenta que es fomentado por intelectuales, literatos o los bohemios del momento. El bar daba una nostalgia a un sitio en el pasado y a Rosario le agradaba la idea de perderse en sus pensamientos y su poesía al pensar en esos tiempos dónde palpitaba más humanidad, según ella.
Ya estaba oscureciendo y eran más o menos las 8 de la noche. Rodrigo entró, medio cansado, después de una larga caminata por Brooklyn ya que fue un día muy caluroso y necesitaba refrescarse con una cerveza helada. Perdió la noción del tiempo porque no se dignó a desparecer hasta esa hora. Nunca se imaginó que los veranos en Nueva York iban a ser tan infernales y con días interminables. Decidió sentarse al lado de la ventana para ver a la gente pasar y repasar su recorrido mentalmente en esta nueva ciudad. Nunca había salido de su propio entorno social que se ocupaba en San Borja, su barrio que lo vio nacer. En Lima, muchas veces los atardeceres son puntuales y se va el sol a eso de las 6 de la tarde, a pesar de que sea verano. Y ni de qué hablar de la humedad en los asfaltos de Nueva York, pareciera como si el sol estuviera acumulando toda el agua del universo dejándolo a uno empapado con un sudor húmedo. En cambio, Lima tiene un calor desértico con un aire y sol que te quema de otra manera, como un vaso seco y con falta de agua. Estas nuevas experiencias en una ciudad extraña, pero al mismo tiempo familiar estaban desarrollando su propio punto de vista, no lo pintado en las películas o lo que oída de sus amigos que fueron a visitar para hacer turismo barato que luego se convierte vagamente en un recuerdo que cumple lo uno ve en las películas. Un recuerdo vivido por medio de otros. Tampoco nunca había hecho un viaje solo ya que siempre estaba pendiente de los negocios familiares y siempre era un chico de su casa y con el sentido del deber. Cabe tomar en cuenta que la razón de este viaje fue inicialmente por razón familiar. Siempre encargado de hacer lo correcto, lo apropiado como único nieto e hijo único.
Al sentarse a saborear su cerveza, volteó la mirada, y se dio cuenta de la chica solitaria en la esquina más oscura del bar, apenas se le podía ver la cara. Le dio una gran curiosidad de saber quién era ella porque se dio cuenta de que era la única chica sola. No sabía si acercase para hablar con ella. Quería mucho conocer a alguien desde hacía mucho tiempo, alguien completamente extraño para él. Su mundo de conocidos siempre se había conformado por sus amigos del cole, universidad o personas que conocía por medio de otros. Esta vez quería conocer a una chica por su propio acercamiento, a una persona completamente extraña. Estaba intrigado por ella, la notaba bien concentrada con su cuaderno, escribiendo algo que parecía importante dándole en la cara una expresión de melancolía. Se quedó como media hora sentado hasta que terminó la cerveza y notó que la chica se estaba retirando del lugar. Decidido y con un tono voz casi temblorosa, le pasó la voz en inglés, –Hi, wait, don’t leave…
–What do you want sir? Obviamente notó su acento de turista o inmigrante, se fue exasperadamente hacia ella y casi se le va su respiración al alcanzarla, y le dice: Do you speak Spanish?, con esta pregunta se sintió un poco tonto, no fue una de las mejores preguntas que le hubiera hecho. A pesar de todo, después de un momento de silencio, ella le respondió: –Si lo hablo… Rosario quedó un poco sorprendida por su acercamiento. Cómo si de un momento a otro hubiera salido de un viaje espiritual que solo ella conocía.
Para seguir rompiendo el hielo, un poco más calmado, él le siguió preguntando: ¿Ah bueno, hola, de dónde es usted? – Rodrigo no supo de dónde le salió tanta valentía, ya que usualmente nunca se le había acercado de esa manera a una chica que nunca había visto. Pero ella emanaba un aura que no sabía cómo explicarlo. Parecía que sus ojos dijeran mucho con su mirada y que escondía un secreto que no se lo había revelado a nadie.
– ¿Yo soy de Colombia, Bogotá y usted? Dándole más soltura a su voz, entrando como más confianza. Es bien fácil para ella entablar una conversación con un extraño ya que no tiene nada que perder. Siempre ha sido tímida con sus familiares.
Rodrigo reacciona un poco nervioso, pero a la vez con un grado de lucidez: –…Ahh la primera colombiana que conozco, mucho gusto me llamo Rodrigo y vengo de Lima, Perú. Me imagino que habrá escuchado de mi país ya que somos vecinos… Esta es mi primera vez en Nueva York y me siento un poco desubicado y no conozco a mucha gente por acá. No quiero que piense que tengo malas intenciones, pero la vi escribiendo algo en su cuaderno…a mí también me gusta escribir…o eso creo… ¿Qué estaba escribiendo o que le gusta escribir? Disculpa tanta curiosidad no quiero invadir su privacidad…
Rosario se detuvo un momento a pensar, un poco relajada con un vino encima. Hace tiempo que alguien no le preguntaba esto, bueno casi nadie en sí se lo había preguntado ya que nunca lo había compartido con mucha gente: –Me llamo Rosario, mucho gusto, pero fresco que me puede tutear… (No sabía de dónde le salió ese comentario)… Bueno a mí me gusta escribir de todo un poco. Últimamente escribo mis observaciones diarias, básicamente, lo que me da ganas de escribir. La verdad es que no he tenido mucha inspiración para escribir otra cosa. Pero mayormente me encanta escribir versos… pero ¿y por qué a ti eso te interesa?
Rodrigo se quedó pensando lo que le estaba diciendo y se quedó mudo por unos segundos. Comenzó a recordar los momentos que su madre también se sentaba en la sala a tomar su café y escribir en su famoso diario o librito de apuntes, siempre fue un misterio y que aún lo sigue siendo. Algo que solo ella guardaba. En lo que él le responde tratando de cambiar un poco el tono de la conversación.
–La verdad sólo quería abrir un punto de conversación contigo, a mí siempre me han intrigado las escritoras o los escritores en general. Yo he escrito por parte de mi trabajo o para una tarea universitaria. Pero me encanta leer, sobretodo novelas, crónicas periodísticas y entre otras cosas…
A Rosario entonces le dio una gran curiosidad en conocer a ese hombre misterioso, amante de las letras. Hace tiempo que nadie le prestaba esas atenciones. Ella siempre estaba sumergida en su mundo del quehacer y del andar y andar, buscándolas por dónde no hay, construyendo un mundo en dónde la imaginación supera todo obstáculo impredecible. Nueva York la estaba preparando para algo importante que todavía no tenía nombre, siempre pensaba con un aire un poco ingenuo pero sabiendo que su reloj biológico paradójicamente la estaba asfixiando.
–Si usted quiere, puede sentarse conmigo en mi mesa para conversar con más comodidad, la verdad que no tengo nada más que hacer y he tenido un día muy largo en el trabajo, ¿qué le parece? Esta respuesta formó parte de otro reto de conocer a un mundo extraño que traía ese chico. Quizá esa noche le dé más inspiración para escribir otro verso ambiguo relacionado a su vida, o a la relación precaria que estaba experimentando al conocer a este chico, Rodrigo.
Rodrigo se quedó a conversar con Rosario. La noche no prometía nada solo una conversación pasajera sin muchas expectativas, pero por un amor mutuo a literatura, a las letras. O quien sabe, quizás sea por la necesidad de encontrar la humanidad entre dos personas que claramente se sentían extraños en tan grande ciudad. Dos almas desconocidas se juntaron en el rincón más pequeño de un bar. La historia siempre se repite.